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De entrada, queridos lectores, la palabra no nos dice por donde van los tiros. Para darle un sentido y cómo usarla hay que escarbar un poco.

Tiene su origen en el latín “resilio” que significa “volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar”. En las ciencias sociales se usa para describir a una persona que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos.

Ya con esto nos suena a “Ana Frank y su diario”. Pues si, por ahí van los tiros…

Se ha definido como la habilidad para surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva, además de que la realidad lo transforma a uno mismo.

Las guerras, los desastres naturales y la misma pobreza (como situación de deprivación y estrés) expone al individuo al dolor y al estrés crónico (de hecho pienso que una de las peores combinaciones en salud mental es POBREZA-ESQUIZOFRENIA). Estos eventos atentan contra la salud mental y física, la estabilidad emocional, el buen desarrollo de las relaciones familiares.

En varios estudios se han listado atributos de niños, que pese a estos ataques, podían salir adelante con sus vidas. Entre estos están:
1. Nivel socio-económico más alto
2. Género femenino en caso de prepúberes, y género masculino en etapas posteriores de desarrollo.
3. Ausencia de déficit orgánico
4. Temperamento fácil
5. Menor de edad al momento del trauma
6. Ausencia de separaciones o pérdidas tempranas
7. Padres competentes
8. Relación cálida con al menos un cuidador primario
9. Posibilidad de contar en la adultez con apoyo social del cónyuge, familia u otras figuras.
10. Mejor red informal de apoyo (vínculos)
11. Mejor red formal de apoyo a través de una mejor experiencia educacional y de participar en actividades de instituciones religiosas y de fe.

En relación al niño:
1. Mayor Coeficiente Intelectual y habilidades en la resolución de problemas.
2. Mejores estilos de enfrentamiento
3. Motivación al logro autogestionada (task related self efficacy)
4. Autonomía y locus e control interno
5. Empatía, conocimiento y manejo adecuado de las relaciones interpersonales
6. Voluntad y capacidad de planificación
7. Sentido del humor positivo

De esta gran lista podemos centrarnos en aquellos más cercanos. La familia. La influencia que los padres ejercen sobre el niño, la que permanece fija al menos los dos primeros años de vida, puede ser altamente adaptativa (o dramáticamente desadaptativa como lo demostró René Spitz cuando describió la “depresión anaclítica”). La presencia de una figura, aunque remota, estable y respondedora en la vida temprana del niño puede constituirse tanto como un factor protector como también, promover un tipo de relación segura, contribuyendo así al fortalecimiento de la resiliencia en el niño.

Promovamos una niñez temprana resiliente, y si no ha sido así, os remito a esta gran lista de factores que pueden hacer “la vuelta atrás” y empezar con una vida satisfactoria.