El proceso del Duelo
Un hombre de 65 años, jubilado, con un hijo que vive en otro país, pierde a su esposa de un cáncer de páncreas. Una pareja pierde a su hijo de una enfermedad grave en un hospital. Una madre de 35 años con tres hijos pequeños pierde a su esposo en un accidente de tráfico.
Las pérdidas provocadas por sucesos como estos ocasionan un gran sufrimiento ante el presente y hacia el futuro. La gran mayoría de las situaciones son atendidas en los hogares por los familiares, manteniendo su apoyo, creando espacios para el diálogo, de comprensión, la compañía de las amistades y hasta de otras personas que forman el círculo social de la persona doliente.
El duelo no debe ser visto como una enfermedad, como una patología, sino como un proceso necesario, el cual es vivido de una forma individual dentro de un contexto social, con una gran variabilidad, tanto en la expresión de emociones, la sociabilidad, el tiempo… sin embargo, se pueden identificar varias fases/etapas que suelen verse una tras otra, solaparse o incluso pasar de una a otra de forma súbita.
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Anatomía de un Duelo
Kübler-Ross (1) señaló que los enfermos terminales que estaban próximos a la muerte pasaban por cinco fases durante el duelo:
- Negación.
- Ira.
- Pacto/negociación.
- Depresión.
- Aceptación.
La autora observó que estas fases duraban diferentes periodos de tiempo; y se sucedían unas a otras o que en ocasiones se solapaban.
En las personas que pierden a un ser querido se viven estas fases de forma similar. Inicialmente ocurre la Negación, esta es la imposibilidad de aceptar y reconocer como un hecho real que la pérdida ha ocurrido, que debe haber un error, que habrán informado mal, etc. Esta negación, suele ser una fase corta hasta que la pérdida es un hecho confirmado. A partir de ahí ocurre una reacción emocional de ira, el no entender por qué ha sucedido, el culparse a sí mismo por qué no lo pudo evitar, aun cuando esto estaba fuera de sus posibilidades. Posteriormente llega una fase caracterizada por la tristeza, sentimientos de un profundo vacío y dolor, sensación de derrota, llanto, ansiedad, dificultades de concentración, insomnio, momentos que incluso se puede escuchar la voz de la persona fallecida, sin que esto signifique que se está volviendo “loco”. Finalmente ocurre la aceptación, como un reconocimiento de la situación, las limitaciones que conlleva, la disminución de la sensación de derrota y una actitud de supervivencia dando nuevos significados a la vida y a las nuevas relaciones.
Atención por un profesional.
En la gran mayoría de los casos, el proceso de duelo no necesita ayuda psiquiátrica o psicológica. La razón es simple, como hemos dicho no se trata de una enfermedad. Sin embargo, a la vez que es importante no verlo como una enfermedad hay que reconocer que la resolución del mismo y la continuación de la vida con una aceptación está siempre al alcance. En otros casos la persona se siente “atascada” de muchas maneras. El duelo puede estar aparentemente ausente, mantenerse en el tiempo o representar una amenaza para la vida de la persona. Estos resultados negativos son más probables en los casos de pérdidas traumáticas o muertes llamadas “fuera de tiempo” por ejemplo la muerte de un recién nacido, de un niño, de un adulto joven, daños en el propio cuerpo como ocurre en los ataques físicos o violaciones, o que un ser querido perdió la vida por causa de un homicidio o suicidio.
Aunque insistimos que el duelo no debe verse como una enfermedad, no siempre se logra la reorganización de la vida, y quedar “atascados” o “bloqueados” es un estado que se mantienen en el tiempo y el sufrimiento es muy intenso.
Para concluir y realizar un breve resumen, se dice que se debe buscar ayuda profesional en los siguientes casos:
- Existen intensos sentimientos de culpa
- Pensamientos de suicidio
- Desesperación extrema
- Depresión prolongada
- Ira incontrolada
- Dificultades para hacer su vida cotidiana
- Abuso de alcohol o drogas para aliviar el sufrimiento.
Referencias:
- Kübler-Ross E. On Death and Dying. New York: Macmillan, 1969.