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Personalmente me es muy útil atender a mis pacientes pensando que no hay una única forma de solucionar las cosas. Y esta frase se puede parafrasear también en que no hay una única forma de psicoterapia para solucionar las cosas.

Los colegas que lleven ya tiempo ejerciendo quizás estén de acuerdo conmigo (o no), pero a medida que atiendo más pacientes encuentro los límites clínicos que la realidad impone cuando se tiende a creer que solo un tipo de psicoterapia funciona y el resto no.

Hace dos años compré de forma entusiasmada el libro «La entrevista psiquiátrica en la práctica clínica» (edición 2008). Y fue un gusto leer en el prólogo como Roger Mackinnon y Robert Michels, dos grandes psiquiatras, afirmaban que «después de estos 35 años nosotros mismos hemos cambiado también. Somos más experimentados y, esperamos, más empáticos, pero también, más respetuosos de las soluciones que nuestros pacientes han creado para solucionar sus problemas».

Como muchos otros terapeutas, yo me uno a la idea de que los terapeutas y los psiquiatras son especialistas en ayudar a la gente pero los pacientes SON LOS ESPECIALISTAS EN SU VIDA, por lo que nosotros no cambiamos a los pacientes, ellos se cambian a si mismos, y nosotros les ayudamos a cambiar con nuestro conocimiento.

Para cada paciente hay muchas soluciones, y como psicoterapeuta es importante estimular también las soluciones que nos traen a las consultas, pues si estas funcionan es útil si las volcamos en su favor.

Decía Paul Watzlawick, que no hay nada más peligroso que tener solo una idea de como deben ser las cosas. La historia nos recuerda a Adolfo y su raza aria.

Las soluciones surgen en una conversación donde se habla de soluciones. Hablar del problema está bien pero solucionarlo mejor, y no hay una única receta, las recetas salen de la conversación.

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