
Recientemente se ha descubierto que la formación de nuevas neuronas también ocurre a todo lo largo de la vida, y este descubrimiento es impactante, pues se creía que un cerebro adulto tenía ya las neuronas que debía tener y “neurona muerta, es neurona perdida y pare de contar”. Pero eso no es todo, también las neuronas son “cambiables y maleables” (más en etapas tempranas de la vida que en un adulto mayor), que pueden migrar a sitios donde se necesitan y que también pueden realizar nuevas conexiones con otras neuronas ante las agresiones al cerebro. En otras palabras, el cerebro es “Neuroplástico”. Os invito a quedarse con esa palabra, pues está revolucionando la forma de entender el funcionamiento cerebral.
El mejor ejemplo de esta neuroplasticidad está en una región que es extremadamente sensible al estrés, la edad y las enfermedades: el hipocampo. Esta región cumple funciones tan importantes como la Memoria y la Orientación. Actualmente se puede decir sin temor a equivocarse que el hipocampo es capaz de repararse a sí mismo a través de la producción, migración y diferenciación de precursores celulares en neuronas nuevas y funcionales.
Esta autoreparación parece estar estimulada por el aprendizaje, la psicoterapia, el ejercicio, los factores de crecimiento endógenos e incluso ciertos agentes psicofarmacológicos como los antidepresivos.
En el trastorno depresivo hay una disminución del tamaño de ciertas zonas cerebrales que se traducen a fallos en la memoria, despistes, torpeza motora, falta de concentración, tristeza y otras más. Sin embargo, se ha demostrado que después de un tratamiento efectivo esas zonas vuelven a aumentar su tamaño.
Durante el desarrollo intraútero, una migración anormal de neuronas pueden llevar a un ser humano a sufrir enfermedades como la epilepsia, el retraso mental, la psicosis, discapacidades intelectuales y diversas alteraciones psiquiátricas de comienzo en la infancia tales como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
Grandes expertos en psicofarmacología como Stephen M. Stahl (Profesor adjunto de Psiquiatría en la Universidad de California, San Diego) consideran que la repetición de una buena conducta, el aprendizaje o la psicoterapia puedan en conjunto tener el potencial para reestructurar y así rehabilitar el cerebro por largos períodos de tiempo. Por otra parte, la deprivación emocional, el abuso físico o las malas experiencias durante la infancia mientras las neuronas están formando sus sinapsis podría causar una insuficiente conexión neuronal.
Una buena borrachera no solo es tóxica para el hígado, sino también para las neuronas, la persona que esnifa cocaína no solo se vuelve eufórica, sino que también sufre de la contracción de los pequeños vasos sanguíneos que irrigan el cerebro causando áreas con microinfartos (y muerte neuronal difusa en cualquier parte del cerebro), un sujeto sometido a un estrés crónico mantiene elevado el nivel de cortisol en sangre de una forma que es tóxico para las neuronas. Daños cerebrales de este tipo son muy numerosos para enumerarlos todos. El evitarlos es lo mejor que un individuo puede hacer por su cuerpo, y aunque la vida nos lleve por derroteros hasta un “point of no return”, la ciencia médica está descubriendo formas de tratar las afecciones. Aún no se pueden pedir milagros, pero si mejorías, y mejorías prolongadas en los síntomas de las enfermedades mentales, mejorías que puedan permitir a un individuo ganarse la vida honradamente, tener la capacidad de expresar y vivir sus emociones, y contribuir a que él y los otros tengan un crecimiento biofílico, es decir hacia la vida y no hacia la muerte.